Día Mundial de la Poesía: no te acabes nunca tú tampoco

El 21 de marzo es el Día Mundial de la Poesía. Ruedan por las redes vídeos y montajes visuales con frases espléndidas, emocionantes y mentirosas. Una de mis favoritas, -sin ironía, me creo las películas a conveniencia- es de El club de los poetas muertos, cuando el profesor John Keating declama embelesando a sus alumnos: “A pesar de todo lo que les digan, las palabras y las ideas pueden cambiar el mundo (…) No leemos y escribimos poesía porque es bonita; leemos y escribimos poesía porque pertenecemos a la raza humana y la raza humana está llena de pasión. La medicina, el derecho, el comercio y la ingeniería son carreras nobles y necesarias para dignificar la vida. Pero la poesía, la belleza, el romanticismo, el amor… son las cosas que nos mantienen vivos.”

Profesor Keating, qué pocos hospitales recorriste. Son esos lugares en los que médicos áridos como personajes de Dostoievski consiguen mantener la vida metiendo una sonda por algún agujero natural o creado, donde habitaciones decrépitas de tonos ictéricos te aplastan contra la pared con todos los sentimientos menos el de lo bello y lo sublime. Pero hay un respirador artificial y un desfibrilador. Ojalá las palabras salvaran el cuerpo; ojalá mantuvieran la vida como sí lo hacen esos médicos áridos y adorables, que también los hay, como hay enfermeras de todo carácter, aunque de disposición universal.

Una de las presentaciones de libros que más me han emocionado ha sido la de María Leach y su magnífico poemario No te acabes nunca, escrito desde el vacío y el dolor de la pérdida de su marido. Cuando me acerqué a ella en el rito de la firma , le pedí que lo hiciera en la página del poema “Habitación 302”. Cosas mías. Me despido con sus versos. Con la humana evidencia de que las palabras sublimes no mantienen la vida. Si así fuera, María le habría salvado. Y no haría falta defender la poesía cada 21 de marzo. Este texto que escribo tampoco será imprescindible, pero sí lo es que comparta el recuerdo de María, la necesidad de que sigamos llevando color en los uniformes, de que sea el equipo de enfermeros el que lleva la palabra que aunque nunca salve, tanto alivia. Gracias, María. Feliz día.

Me duele la televisión
a monedas.

Me duele el vecino de cuarto
parlanchín.

Me duelen los atardeceres
en este sillón de skay.

Alicia Chamorro

Autor Alicia Chamorro

Alicia Chamorro García es enfermera. Durante varios años trabajó en el Hospital de oncología de Bruselas, el Institut Jules Bordet. Actualmente investiga sobre el impacto de la ficción en la enfermedad y al final de la vida en cuidados paliativos pediátricos. Fundadora de "Cuéntame algo que me reconforte". #CAQMR

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