EL camino hacia la Agencia Europea se llena de obstáculos

La puja de España por albergar en Barcelona la Agencia Europea del Medicamento que ahora acoge Londres ha estado jalonada de hitos cuando menos pintorescos que no contribuyen precisamente a fomentar el éxito de la candidatura. Poco después de celebrarse el referéndum del Brexit, en junio del año pasado, el Gobierno decidió lanzar a nuestro país a la carrera por el organismo regulador de fármacos mientras desechaba hacer lo mismo con la Autoridad Bancaria Europea, dando así por perdida a las primeras de cambio esta última institución administrativa ante la feroz competencia de otros centros financieros como Franckfort. En ese momento, varias urbes españolas de toda condición política postularon en alto su apetencia por convertirse en receptoras de la sede de la Agencia del Medicamento, cuestionando incluso que la elegida por el «establishment oficial» fuera la Ciudad Condal. «¿Por qué ella y no nosotras?», se preguntaban. No, no arrancó bien aquel proceso, aunque el Gobierno supo capearlo con habilidad silenciando a las autoridades locales díscolas para proyectar al exterior, por fin, una imagen de unidad hacia la candidatura barcelonesa. Además de por razones políticas, su elección encierra una gran lógica por la ubicación en esta ciudad de gran parte de la industria farmacéutica que opera en nuestro país.

A pesar de lograrlo durante meses, esa imagen vuelve a trastocarse ahora, y las culpables no han sido otras urbes envidiosas de los réditos derivados de contar con una sede de tal envergadura, sino la propia Generalitat. Enfebrecidos por un proceso independentista que tan poco ayuda a Barcelona en esta apuesta, Carlos Puigdemont y el consejero Antonio Comín se han lanzado por su cuenta y riesgo a impulsar una agencia del medicamento catalana, como si con la española y la europea a la que se aspira no hubiera suficiente. El argumento no es otro que el de crear una «estructura de Estado» con la idea asumir las competencias en materia de fármacos de uso humano y veterinario, productos sanitarios y cosméticos. Por si fueran pocos obstáculos como la rivalidad con otras 18 ciudades que aspiran a lo mismo -ojo a Lille y a Milán-, y el estigma independentista que la Generalitat y sus socios han sembrado, Barcelona se enfrentará también de forma innecesaria a la posible duplicidad de órganos para someter a control materias idénticas. En esta vida puede pasar de todo, pero la lógico es que Bruselas diga que nones y se posicione en favor de otras urbes. La salida de tono de la Generalitat pone un palo en sus propias ruedas y en las de Dolors Monserrat, que ha hecho de la apuesta por Barcelona el leitmotiv de su mandato. Tanto es así, que ya hay quien cuestiona si es ministra de Sanidad o ministra por la Agencia Europea, pero eso ya es materia para otro artículo.

PREGUNTAS CON RESPUESTA

-¿Qué hospital estaría dispuesto a acoger en su seno a un conocido médico pero teme la reacción de la Consejería? ¿Por qué?

-¿Qué Consejería utiliza un medio digital afín para arremeter contra todo aquel que pone palos en sus ruedas?

-¿Qué conocido personaje de la gestión sanitaria planea su retirada del mundanal ruido a partir del 1 de enero de 2018?

-¿Qué sociedad científica está muy preocupada por la escasa repercusión mediática de su especialidad pese a la alta prevalencia de las enfermedades que trata?

Sergio Alonso

Autor Sergio Alonso

Fundador y director del suplemento A tu salud del diario LA RAZÓN

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