El riesgo de una enfermería light

En los últimos tiempos ha vuelto a aflorar con intensidad el antiguo concepto de humanización aplicado a la realidad sanitaria, al modelo de gestión, a su organización administrativa, al ambiente en el que se desarrolla la asistencia, a los comportamientos, actitudes y hasta los gestos, esas expresiones que configuran lo que conocemos como lenguaje no verbal de los profesionales sanitarios.

Son muchos los que afirman que desenterrar nuevamente este tema es tanto como poner sobre el tapete el deplorable estado en el que se encuentra la sanidad española en este orden de cosas, es más, es tanto como cuestionar el talante humanizador —o no— de los propios profesionales. Este enfoque coincide con harta frecuencia con el de aquellos que cuestionan la doble naturaleza de la profesión enfermera como ciencia y arte, intrínsecamente unidas, primando su carácter científico por encima de cualquier otra consideración. Visión que también converge en la idea de que “hacer enfermería”, cuidar de las personas requiere por supuesto metodología científica, taxonomías propias, práctica basada en la evidencia, pero no necesariamente un “talante humanizador especial”. Bastaría, por decirlo de algún modo, con gestionar el cuidado de conformidad con las normas de cortesía y buen trato propios, digámoslo así, de una persona “educada” porque esto no es lo sustancial. Se trata, pues, de hacer las cosas razonablemente bien, de conformidad con el protocolo y tratando de sonreír en aquellos momentos en que las condiciones de la prestación de cuidados no favorecen, ni mucho menos, el sentirse especialmente realizado humana y profesionalmente.

Circunstancias que, muy ciertamente, existen.

Naturalmente entramos así en ese proceso que, en el argot bioético, conocemos como una “pendiente resbaladiza” que, casi sin darnos cuenta, va configurando lo que yo denomino una “enfermería light”. Un estado de cosas que, por cierto, está en la raíz de tantas frustraciones como dicen sentir muchos profesionales que justifican su insatisfacción en circunstancias ajenas, externas y no reparan en la problemática intrínseca que tantas veces genera esa desazón. ¡Cuidado! Que nadie entienda que, al decir esto, no existan circunstancias adversas y entornos de trabajo negativos que no faciliten desde luego las cosas y que no se pueden ignorar so pretexto de humanizar el Sistema Sanitario. Pero esto es otra cuestión.

Me interesa dilucidar aquí lo que sería una enfermería light para alertar del problema. Deberemos aplazar muchas de sus notas características para próximas reflexiones. Pero comencemos por decir que una enfermería light es aquella que prescinde del elemento vocacional como origen de nuestro acceso a la disciplina. No puede ser buen enfermero/a quien no está llamado a serlo, quien no se siente convocado desde el interior a cuidar de las personas, que es tanto como cultivar la vida de los demás. Los conocimientos se adquieren, las habilidades se desarrollan, pero las actitudes se sitúan en aquello que constituye lo más íntimo de mí mismo, mi configuración como ser humano en su dimensión personal y ética. El lugar, pues, desde el que también la enfermera y el enfermero hemos de sentirnos llamados vocacionalmente, no a hacer algo, sino a serlo. En este caso enfermeras y enfermeros.

Rafael Lletget

Autor Rafael Lletget

Tratamos de recuperar la esencia de la perspectiva humanista buscando su lugar en el ámbito de los cuidados enfermeros. El ser humano , más allá de eslóganes y frases oportunistas, constituye el centro de la praxis enfermera.

Leave a Comment