Estar entre Pinto y Valdemoro

Al cabo del tiempo uno se da cuenta que la vida es un estar “entre Pinto y Valdemoro”. en una especie entre lo que escogemos como bueno y lo que, desde el otro punto de vista, se nos presenta como mejor. Y siempre hay que optar. De todos modos mi intención no es enredarme en disquisiciones sobre la filosofía de la vida, sino en tratar de llegar a conocer el origen de un dicho, “Entre Pinto y Valdemoro”, que hizo que mi pueblo, Valdemoro, fuera conocido más allá de sus límites mucho antes de que unos depredadores lo convirtieran en página de apertura de los informativos. 

El dicho, y así se nos ha transmitido, tiene que ver con el vino, pues las versiones populares lo explican atribuyendo al hecho de que un borracho trataba de cruzar un arroyo y que en un momento aseguraba estar en Pinto y, cuando pasaba a la otra orilla, decía estar en Valdemoro. Así hasta que, por su embriaguez, cayó en medio del arroyo y, para su consuelo, aseguró estar entre Pinto y Valdemoro.

En ninguna descripción topográfica aparece referencia a arroyo alguno entre ambas poblaciones, situadas en el centro de la Península Ibérica (el nombre de Pinto se atribuye a Punto, centro geográfico de la Península). Sin embargo, el refrán sí guarda relación con el vino, abundante en otro tiempo en la zona. Posiblemente, más en Valdemoro que en Pinto, por más que los viñedos hayan prácticamente desaparecido de la zona.

Entre las poesías de Francisco de Quevedo, allá por el año 1600, aparece una letrilla que hace referencia al buen vino de Valdemoro pues, según el poeta, a veces se ofrecía como vino de Valdemoro algo que no era tal. La letrilla de Quevedo dice así:

Con nombre de Valdemoro

Venden por azumbres charcos.

Ranas, en vez de mosquitos,

Suelen nadar en los vasos.

(El azumbre era una medida de capacidad de líquidos, equivalente a algo más de dos litros y que se usaba preferentemente para vino, aunque ha venido aplicándose hasta hace no mucho para otros líquidos, con especial referencia a la leche cuando se transportaba en cántaras).

Pero volvamos a Quevedo. Lo que el autor denuncia es que se utilizaba el término Valdemoro para calificar a un vino bueno. Pero se engañaba cuando se aguaba, de ahí lo de los charcos y las ranas, frente a los mosquitos que pululaban en torno al vino.

Al cabo del tiempo, y puesto que el vino ha desaparecido de Valdemoro, había que buscar una interpretación a estar entre Pinto (vino no tan bueno) y Valdemoro (vino bueno). De ahí que se recurriera al borracho que trataba de cruzar un arroyo que nunca existió.

No quiero cerrar este comentario sin hacer referencia a una de las peripecias familiares. Tanto la familia de mi padre como la de mi madre llegaron a Valdemoro procedentes de otras zonas de España. Mi abuelo paterno plantó una viña, que ya no existe; el paterno compró un olivar y todavía permanece. Eran la imagen de una población que ha terminado convirtiéndose en una gran conurbación de la capital de España, camino hacia el sur de la Península.

Autor Carlos Nicolás

Director de Acta Sanitaria

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