Suspenso general para los programas electorales

Aunque su lectura no genera precisamente entusiasmo, los programas electorales suelen ser un buen termómetro para medir la capacidad de los partidos a la hora de corregir errores pasados y anticiparse a las necesidades futuras del sector al que se dirigen. En Sanidad puede afirmarse que todas las formaciones suspenden en estas elecciones más o menos de forma rotunda en este aspecto. Algunas lo hacen por quedarse cortas en sus propuestas. Otras, por permanecer ancladas en clichés manidos que no por reiterados resultan más necesarios para la mejora de la atención sanitaria de los ciudadanos. De todas las promesas formuladas, hay varias que sí darían al Sistema Nacional de Salud el giro copernicano necesario para no perecer bajo la asfixia financiera o burocrática, pero se quedan cortas.

La primera es la libertad de elección de médico y centro que, por ejemplo, propugna el PP. Originaria de la Comisión Abril, rescatada por Enrique Fernández Miranda en sus tiempos de oposición en la campaña del 96 y tibiamente implementada en feudos como Madrid, dicha libertad de elección debería servir para primar la excelencia allí donde se practica y castigar la indolencia allá en donde se cometa. Si los pacientes, supuestamente empoderados, son sabios en sus decisiones, su elección debería recaer en los hospitales y servicios que mejor trabajan, descartando implícitamente a los que peor lo hacen. La lógica indica que la competición que se desencadenaría impulsaría la calidad en el sistema.

Sin embargo, si el dinero no sigue al paciente y el centro elegido no recibe como premio una mayor financiación, el sistema queda desvirtuado: hoy, hay hospitales a los que no les interesa resultar elegidos por el simple hecho de que gastarían más en la atención de los enfermos que demandan su asistencia, un punto negro para cualquier gerente. Así pues, libertad de elección sí, pero completa. Otro punto destacado de algunos programas es el de la creación de un sistema para la atención de la cronicidad, aunque su dibujo es más un “desideratum” que un proyecto coherente arropado por la necesaria financiación. ¿Sobre qué nivel pivotaría? ¿Sobre la primaria? ¿Sobre la especializada? ¿Sobre uno propio y exclusivo? ¿Y con qué dinero?

Los programas flojean también en aspectos sustanciales como, por ejemplo, la lucha contra la burocracia sanitaria. Lucha que implicaría la eliminación de órganos multiplicados por 17 en la España autonómica y la simplificación de protocolos de actuación tremendamente engorrosos y muy poco resolutivos para los pacientes. Tampoco prevén sacar mayor partido de una red ya existente como es la de la farmacia, ni potencian en demasía el rol de las enfermeras, profesionales claves en ese nuevo sistema de atención a la cronicidad del que tanto se habla. Por último, algunos programas recogen la regulación de la eutanasia, vieja reivindicación de la izquierda a la que, sorprendentemente, se ha unido Ciudadanos, partido que parece situado en tierra de nadie y algo desnortado en materia sanitaria.

PREGUNTAS CON RESPUESTA

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Sergio Alonso

Autor Sergio Alonso

Fundador y director del suplemento A tu salud del diario LA RAZÓN

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