Un rincón para la reflexión ética (IV)

Todos los seres humanos, por su propia naturaleza social, estamos llamados al mantenimiento de una vida en relación. Tanto es así que la propia existencia ve afectado su sentido ante la desaparición de esos vínculos que nos mantienen ubicados en la realidad y gracias a los cuales alcanzamos la madurez, perfilamos nuestra personalidad y alcanzamos eso que denominamos nuestra realización personal.

Pero ese carácter eminentemente social de todo hombre y toda mujer aboca al pacto de una serie de reglas del juego que hagan posible la convivencia en términos de diálogo, respeto a la dignidad de los demás, cuidado de los otros, conciencia de nuestro destino común y otra larga serie de aspectos capaces de desmentir aquello de Plauto, posteriormente popularizado por Thomas Hobbes, a tenor de lo cual homo homini lupus (el hombre es un lobo para el hombre).

Ese “egoísmo constitutivo” del que habla el filósofo inglés ha sido combatido a lo largo de la historia. Algunos pensadores han querido paliar ese impulso original con otras realidades como la del encuentro interpersonal. No puede darse egoísmo, por ejemplo, cuando un “yo” y un “tú” se encuentran y surge esa nueva realidad del “nosotros”. En ese espacio no hay dependencia sino interdependencia y, precisamente, es ahí donde surge “el rostro del Otro” —en términos de Emmanuel Lévinas— que conduce, precisamente, al nacimiento de una relación ética, de responsabilidad hacia ese rostro.

He aquí lo que considero un buen punto de partida para establecer una génesis de la ética de la profesión enfermera sobre el que, indudablemente, habría que profundizar.

Pero, en esta primera aproximación, creo que nos es de utilidad para afirmar, eso sí con prudencia, que los cuidados enfermeros no son tales si no se da, previamente, como condición de posibilidad, ese sentimiento de “sorpresa y fascinación” ante la realidad humana, es decir, ante la presencia de un hombre, una mujer como realidad radical ante nosotros, o mejor aún, junto a nosotros.

Por eso tengo la impresión de que reflexionar es un ejercicio que nos legitima como seres humanos abriéndonos, incluso, a otras realidades que están más allá de nuestros sentidos. Quizá por eso hemos titulado también esta sección como “Rincón para la reflexión ética”, conscientes de que cualquier planteamiento enfermero, en este entorno, ha de ser reflexivo, racional pero también debe ubicarse “del otro lado de la razón”. Porque es allí donde radica, precisamente, lo que algunos han llamado el “espíritu”, a mi humilde entender, estrechamente unido al concepto de “cuidado”.

Al decir esto, trato de poner de relieve la gravedad y el empobrecimiento al que nos conducen actitudes o estilo de vida ajenos a la profundización y a la búsqueda de respuestas acerca de los porqués, de nuestro ser y de nuestra función como enfermeras y enfermeros.

Rafael Lletget

Autor Rafael Lletget

Tratamos de recuperar la esencia de la perspectiva humanista buscando su lugar en el ámbito de los cuidados enfermeros. El ser humano , más allá de eslóganes y frases oportunistas, constituye el centro de la praxis enfermera.

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