Una debacle que se veía venir

Que nadie vea aquí un burdo e interesado intento de apostar a caballo ganador o de hacer leña del árbol caído, pero desde hace meses han venido sucediéndose signos evidentes en la Sanidad de que una victoria holgada como la cosechada por el PSOE y una debacle como la sufrida por el PP podían producirse, como así ha sido. En Sanidad, los populares han sido un desastre sin paliativos.

Además de los dislates cometidos por varios de sus últimos ministros del ramo, la salida de la política de notables expertos sanitarios durante los últimos años como algunos consejeros de Madrid, entre los que incluyo a Manuel Lamela y Juan José Güemes, la de ilustres diputados como Santiago Cervera, Mario Mingo o Rubén Moreno, y el escaso peso sanitario del partido han desdibujado el mensaje de esta formación y le han alejado de un sector claramente fagocitado por la izquierda en un proceso lento pero firme. Proceso del que, sorprendentemente, nadie parecía darse cuenta. Mientras los socialistas colonizaban colegios profesionales y sociedades científicas, el PP sobrevolaba primero en una nube para permanecer luego postrado en la autocomplacencia pese a haber mediado la moción de censura de por medio que llevó al poder a Pedro Sánchez.

A pesar de los loables intentos de algunos consejeros autonómicos, como los de La Rioja o Andalucía, los mensajes sanitarios de esta formación se han diluido y a estas alturas nadie sabe aún a ciencia cierta si el PP apuesta al máximo, por ejemplo, por la gestión privada de la sanidad pública o se avergüenza de ella, si pretende tener a los profesionales como amigos o como enemigos o si aplicó ajustes presupuestarios por un instinto natural a autoeliminarse votos o por encontrarse un sistema en quiebra, que era como estaba cuando llegó al Gobierno tras el legado de Zapatero.

El PP patinó hasta la médula con la prescripción enfermera, no supo transmitir mensajes en los que la razón le asistía, como los de la sostenibilidad del sistema, y no pudo o no quiso morder la yugular de su adversario, como en la renovación del pacto con la industria que rubricó el PSOE después de tanto criticarlo. Mientras esto ocurría, el PSOE armaba sus naves, tendía lazos a colectivos antaño distantes y metía mano en áreas en las que nadie se atrevió, como la primaria. Interesante en este sentido ha sido la labor de María Luisa Carcedo, quien durante su mandato supo aparcar sus ideas personales para actuar con un cierto sentido de Estado que ha beneficiado a los socialistas, como en el caso de las vacunas. El PP ha de rearmarse. Y en Sanidad no lo tiene difícil, puesto que sus rivales de la derecha carecen también de verdadero peso en el sector y han cometido ya varios desaguisados. El más sonado, el de Ciudadanos con la Ley de Farmacia de Madrid.

PREGUNTAS CON RESPUESTA

¿En qué conocida fundación los herederos pugnan por hacerse con los activos del fundador más que por proseguir la actividad que inició éste? ¿Qué tiempo de vida le queda a dicha fundación?

¿En qué sociedad científica gran parte de la junta directiva habla abiertamente de la necesidad de sustituir al presidente? ¿Por qué?

¿Qué consejero de Sanidad del PSOE está sorprendiendo por la excelente y moderna gestión aplicada en su comunidad?

¿Después de Glaxo y Pfizer, qué otro laboratorio planea realizar cambios de calado en su política de comunicación por la escasa productividad del equipo actual?

Sergio Alonso

Autor Sergio Alonso

Fundador y director del suplemento A tu salud del diario LA RAZÓN

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