Un rincón para la reflexión ética

La condición solidaria es, a mi juicio, uno de los valores intrínsecos de la profesión enfermera. No parece posible que carezca de “talante solidario” aquel que decide acompasar el sentido de su vida con una marcada orientación hacia el respeto y fascinación por la realidad humana. El ser humano, por su propia naturaleza “misteriosa” posee esas dos connotaciones que la historia de la Fenomenología otorga al Misterio con mayúsculas: su carácter “tremendo y fascinante”.

Es necesario reparar en esto, en un momento u otro de nuestras vidas, para tomar conciencia del quehacer del enfermero/a situado ante esa realidad. Solo eso nos exige adentrarnos en el mundo de la ética, la moral profesional, la deontología y la humanización. Y esa reflexión sobre estos términos es ya un puro quehacer ético porque consiste en dar razón de los porqués de nuestras acciones como profesionales que buscan la virtud y su extremo, la excelencia. Es ahí donde residen los fundamentos de muchos de nuestros comportamientos enfermeros algunos de los cuales, en una fase posterior, nuestro código profesional transformará en normas de conducta obligadas.

Y, si esto es así, se me ocurre que no resultaría descabellado definir a una mujer o un hombre enfermera/o como un “ser habitado por la búsqueda”. Lo importante sería, pues, buscar en la dirección adecuada que, seguramente, no es otra que la que nos lleve al encuentro con el sujeto de nuestra actividad al que, unas veces llamamos paciente, otras clientes y otras usuario dependiendo del contexto o de la perspectiva desde la que nos refiramos, en todo caso, a las personas.

Insisto, pues, en afirmar sin rubor que la vocación enfermera hunde sus raíces en un instinto solidario que le es propio. No es posible ser un buen enfermero/a sin tomar conciencia de que a los seres humanos nos une un destino común y es desde ese supuesto desde el que podemos, propiamente, afrontar una reflexión ética sobre la naturaleza de los cuidados enfermeros y el compromiso del que son portadores aquellos que los prestan profesionalmente.

Ahora bien, para abordar estos temas hay que justificar previamente nuestra propia capacidad de reflexión. Es decir, hemos de responder, en estos artículos iniciales, a una pregunta obvia: ¿todo el mundo reflexiona? Pues bien, esta aparente obviedad está, como veremos, muy lejos de ser una realidad constatable con carácter general. En muchos casos hemos reducido la reflexión, por poner un ejemplo común, a un simple “agolpamiento de palabras” o conjunto mínimo de caracteres en eso que se denomina “tuit” de cuya verdad nada se sabe porque no se acompaña de los porqués que deben dar sentido y notoriedad a todo lo que hacemos. De ahí que la reflexión que proponemos en el título de nuestra sección sea en sí misma una obligación ética de que hablaremos con mayor profundidad en posteriores ocasiones.

Rafael Lletget

Autor Rafael Lletget

Tratamos de recuperar la esencia de la perspectiva humanista buscando su lugar en el ámbito de los cuidados enfermeros. El ser humano , más allá de eslóganes y frases oportunistas, constituye el centro de la praxis enfermera.

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